27/06/2025
El artista detrás de UnoxUno presenta nuevos lanzamientos discográficos y un show renovado.
El 28 de junio se presenta en Rosetti con Sergio Rotman como músico invitado.
Por Jacyn y Javiera Miranda
@jacyn_ – @javieramirandariq
A Carlos Alonso no le gusta que lo mencionen como pionero de la música electrónica en Argentina. Es cierto, es un lugar común y un sayo incómodo para un músico difícil de catalogar. Pero fue el primero, acá, mucho antes de la vulgarización del género y del fenómeno dance. Había pasado por varias bandas digamos convencionales, hasta que, en algún momento de 1986, dio un giro en su búsqueda y encerró con una Roland 707, un bajo y unos cuantos pedales, a darle forma a ese proyecto unipersonal mutante que es UnoxUno, vigente hasta el día de hoy. No confundir: en los años 80, cuando las bases sintéticas se convirtieron en norma y parecía que las cajas de ritmo iban a llevar a los bateristas a la desocupación masiva, UnoxUno las puso al servicio de una exploración sonora y conceptual que no tenía nada que ver con lo que sonaba en las discotecas. Durante estas casi cuatro décadas, ese proyecto tuvo algo de incomprendido y mucho de inclasificable. Alonso, bien oído, fundó una veta vanguardista y experimental que alternó la canción con el ruido electrónico, y el pulso bailable con la disonancia y el colapso rítmico. Por UnoxUno pasaron muchos músicos. En los años 90, se asoció con el baterista de free jazz Horacio Contursi, al que lo unía una fuerte afinidad intelectual y, sobre todo, el gusto por la improvisación. Juntos grabaron el emblemático Flores Japonesas (1996), que el sello platense Irregular Records se apresta a editar en vinilo por primera vez.
Actualmente, UnoxUno tiene una formación más o menos estable que completan Héctor Ongarato en sintetizadores y bajo y Arnaldo Taurel en batería electrónica y acústica, Alejandro Almada como manager, y Miguel Rivadaneira Mareco en la asistencia técnica general. Después de la pandemia, motivado por la percepción de que la gente salía de la cuarentena con ganas de reencontrarse, orientó el set de UnoxUno a una riesgosa propuesta bailable: basado en un juego de indicaciones y estados de ánimo y algunos patterns preseteados, los músicos improvisan en escena, animando un show abrasivo. A Carlos Alonso, que tiene 74 años (este 29 de junio cumple 75) y sus inicios musicales se remontan a la prehistoria del rock en Argentina, previa a Los Gatos y Manal, para ser exactos, su arte sigue siendo una novedad. Se podría decir que, cada generación, contiene una promoción de músicos y aficionados que descubre en la discografía y los shows de UnoxUno una nueva inspiración sonora.
Durante una extensa charla todavía otoñal en un café de San Miguel, repasamos algunos hitos de su trayectoria, sumergiéndonos en una cantera inagotable den anécdotas y reflexiones.

UnoxUno y la música electrónica
Al principio tuve una Roland 707. Hoy me gustaría tenerla, pero estamos en Argentina y para poder acceder a algo tenés que ir vendiendo cosas. Después me enamoré mucho de una Yamaha RX5 que vendí y volví a comprar. Era una caja de ritmo que tiene salidas individuales. En la mayoría de las cajas de ritmo los mismos teclados tienen salida estéreo. Pero en esta podías sacar el bombo por una línea y el hi-hat por otra, entonces le podías dar un efecto distinto a cada una y sono una orquesta. A parte tenía también unos pads chiquitos y entonces yo hacia un bajo y lo grababa, y después vía Midi en lugar de disparar un bajo disparaba un piano o cualquier otra cosa. Ese era un poco mi secreto. Yo siempre ironicé eso de la música. La gente piensa que es un concepto serio. Además la electrónica es un mundo también muy particular. La electrónica es una herramienta más de cualquier músico como tocar un piano o tocar una guitarra. Lo que pasa es que le da la posibilidad a gente que por ahí no tiene ningún talento para esconderse detrás del aparato. Pero si no te mueve algo antes e verdad no tenés nada. Una pregunta que nos hacen a nosotros los pibes chicos es “¿cómo hacés para tocar así?”. Y yo hago esto desde los 13 años. Suena a todo lo que viví, es así. Si yo toco una canción en Do Mayor y Sol en una guitarra y se la paso a un pibe no suena igual, porque está toda la carga de la experiencia. Pero sino se te da lo haces fácil: te compras la mejor rola y ya está. Obviamente que con la aparición de la computadora se volvió para los pibes en algo más democrático, en ese sentido está muy bien para aquellos chicos que no tienen la posibilidad de acceder a determinado instrumento o equipo. Si tenés algo para decir está bueno. Pero si tenés la mejor tecnología y no tenés nada para decir, no dirás nada.
Incluso la necesidad de muchos músicos de decir cosas y no tenían la tecnología. En un momento no había ni distorsión, ni reverb, ni eco, ni flanger, ni sampler. La aparición del sampler acá generó una gran discusión porque decían que los músicos iban a desaparecer. Pero tenés que tener algo para hacer con el sampler.
Yo por ejemplo soy músico desde los 13 años. Siempre supe que iba a ser músico. Un gran dilema mío en los ‘60, que es una gran ecuación queterminé de resolver cuando aparece el concepto UnoxUno, era pensar qué iba a hacer como músico cuando llegara a tener determinada edad. Y cuando aparece UnoxUno me dije “ah, no, puedo hacer algo que sea atemporal, que no responda a ninguna moda. Así que siempre hice lo que quise hacer. Y no me imagino dejar de tocar.

Flores japonesas
Flores Japonesas se edita en unos meses en vinilo. Lo va a sacar un sello de La Plata. Este disco me llevó a un montón de lados y sigue siendo una referencia para mucha gente. En pandemia grabamos un disco nuevo que todavía no salió, pero el muchacho del sello insistió en editar Flores Japonesas en vinilo. Es un disco que nos representa mucho y significó mucho para nosotros. Esto fue grabado creo que en el ‘97. Lo grabé y mezclé yo.
Flores Japonesas está grabado con una guitarra y una batería. Yo soy bajista, y hasta ese disco todas las composiciones las había hecho a partir del bajo. Yo era fanático de las frecuencias graves. Tenía cuatro parlantes de quince pulgadas y yo tocaba una nota y salía volando. Eso usaba en los ‘80, en lugares como el Parakultural. Y un día digo “voy a cambiar el sonido”. Tenía un equipo determinado, un acústico 408, 320, 300 watts. Y con los cuatro parlantes tocábamos desde un lugar chiquito a un lugar grande. Yo siempre llevaba eso. Yo había traído de Alemania un bajo de grafito descabezado, un Steinberger, que es el bajo actual de Héctor. No quería que el bajo se fuera del grupo. Pero antes yo había tenido un Fender Jazz Bass, pero en ese momento yo quería producir en UnoxUno un corte de sonido con respecto a lo que iba a hacer de ahí en más. Y entonces también nos rapamos todos, nos vestimos de negro y nos pintamos para que fuese toda una propuesta conceptual. Entonces cuando escucho a Horacio me empezó a dar vuelta en la cabeza la posibilidad de incorporar un baterista. Yo también empecé a cantar más porque antes solo éramos una banda instrumental. Pero yo estaba más cómodo cantando con guitarra que con el bajo. Entonces cambié el bajo por la guitarra y a la guitarra le puse un encordado de 0.13 pulgadas. La mayoría usa de 0.9. Yo las cambié con la intención de reemplazar los graves. Después el bombo de piso y los redobles los afinamos más grave. Si vos escuchas el disco a mucho volumen los graves están presentes y en ningún momento te das cuenta de que no hay bajo.
Flores Japonesas lo grabamos en tres días. Era un estudio mío de ese momento, y el primer día setié todo y llamé a Horacio Contursi para vernos al otro día a las diez de la mañana. Nos encontramos y grabamos hasta las ocho de la noche. Al día siguiente lo mismo. Después le dije a Horacio “bueno, por un tiempo no me vas a ver más”, y me encerré en el estudio y mezclaba un tema por día. El disco además tenía una condición de escucha porque yo cuando lo terminaba de mezclar apagaba todas las luces y dejaba solo encendidos los leds porque así te enfocas solamente en la música. A Horacio le hice hacer eso y a todos mis amigos.

Horacio Contursi
Con Horacio nos encontramos de casualidad. Jamás había pasado por mi cabeza que UnoxUno tuviera baterista. Del ‘85 al ‘93 nunca tuvimos baterista. Un día vino Horacio a grabar con un trío de jazz al estudio. Él vivía a la vuelta de mi casa y no nos conocíamos. Y me gustó tanto cómo manejaba el toque de los palillos y la sonoridad que manejaba que empezamos a hablar. Después vino el año siguiente con otro grupo y en un momento le dije “che, ¿no querés que probemos?”. Y funcionó. Funcionó porque además funcionamos bien a nivel intelecto. Él llegó a tocar en el Di Tella. Yo lo respetaba mucho y él me respetaba mucho a mí. Fue una etapa del grupo super buena aunque todo el mundo hace referencia a los ‘80. No logro desprenderme de los ‘80.
Nos llevábamos muy bien. El primer día él ni sabía lo que iba a tocar. Entonces yo le decía “Horacio, este es el tema: imaginate una tarde lluviosa en París mirando por la ventana mientras tomás un café”. Y él dijo “bien, listo” y tocamos ese clima. Además Horacio manejaba la misma ironía que yo y de alguna forma habíamos leído libros parecidos. Él era mucho más intelectual que yo y eso me atrapó. Teníamos un lenguaje común. Y él siempre me agradecía porque estaba acostumbrado a vivir en el ambiente del jazz que parece ser un ambiente muy libre, pero aunque no parezca es en general muy estructurado. Él pensaba que el jazz era la libertad.
Rotman
Con Rotman nos conocimos hace tres o cuatro años. Él me conocía a mí porque era público mío y yo tengo recuerdos de Rotman una vez que toqué en un lugar de Palermo donde tocaban Los Fabulosos Cadillacs. Me gustó la primera época cuando era más Ska pero los respeto a todos. Nosotros fuimos a tocar a Strummer un día y estaba Rotman y el al tiempo pasó a ser socio de Strummer entonces siempre nos requiere, nos llama, nos tomamos un café. Me recontra quiere y siempre voy a estar agradecido porque nos abre puertas. Es algo que nunca me había pasado. Salvo en una época con Melero, UnoxUno siempre se movió de manera muy independiente. Y yo tampoco hice grandes esfuerzos para integrarme (risas). No me sale porque trato de ser lo más auténtico conmigo mismo. Yo soy muy ermitaño.

Travesti
Con Travesti toqué la guitarra acústica en su disco Las tinieblas del romance y lo grabé yo. Lo grabamos en mi estudio. El baterista era Horacio. Ellos habían traído algo grabado para que yo le agregara algo y cuando empecé a escuchar cómo querían enganchar la batería me parecía imposible. Y les digo “¿No querés que le diga a Horacio que venga? Vive acá la vuelta”. Vino a tocar Horacio y la primera toma quedó. Fue con la que abrieron el disco. Y yo primero les mostré una cosa en la guitarra improvisada ahí, y después empecé a sumarle protagonismo a la guitarra. Yo los quiero mucho a los chicos.
Gustavo Gauvry
UnoxUno tuvo distintas formaciones. Yo elegía a determinado músicos que pensaba que podían cuadrar dentro de mi búsqueda. Pero a veces les podía llegar a interesar a nivel sonoro, musical, por conocimiento, pero no terminaban de entender el concepto. Muy rara vez me equivocaba cuando iba a tocar por primera vez en un lugar, sabía cómo iba a ser la acogida. Entonces a ellos los preparaba psicológicamente. Les decía que si la gente se quedaba muda, no se vayan mal, no significa nada. Que lo único que significaba es que llegamos a otro lugar. En esa época, en los ‘80, lo que hacíamos nosotros era inescuchable, te avasallaba. Más allá de la oscuridad, eran conceptos a los que la gente no estaba acostumbrada a escuchar. Pero eran sonidos que para mí eran naturales.
El primer demo lo fuimos a grabar al estudio Del Cielito de Gustavo Gauvry. Nosotros tiramos varios pedales en el piso, un bajo, cero guitarra, dos baterías. Era como raro. Y el último día que terminamos de mezclar, en un horario marginal que tenía de la 23 horas a las 3 de la mañana, se me ocurre preguntarle a Gustavo alo que los músicos no tenemos que preguntarle nunca a quien nos graba. Le dije: “¿Qué te pareció, Gustavo?”. Y el me contesta: “La verdad Carlos es que yo te diría que vayas a tu casa guardá este material en algún lugar seguro y por veinte años no lo saques” (risas). Yo obviamente pensaba que era la música que querían escuchar todos.

Melero
Melero siempre nos invitaba a ciclos y yo a él. Un día tocamos en el ICI, Instituto de Cooperación Iberoamericana, donde se hacían ciclo muy bueno, y al final se acerca Melero y me dice “Carlos, es la primera vez que me puedo quedar escuchándolos en un recital hasta el final, hoy los acabo de entender”. Una vez tocamos en Medio Mundo Varieté y el único espectador era Melero y no solo eso. Habíamos armado todo. Sonidos, luces, y no vino nadie. Yo he tocado para nadie, he tocado para uno. Pero no sé por qué dije que desarmáramos todo y nos fuéramos. Y de pronto cae Melero. Y le digo “¿qué hacés acá?”. Te vine a ver, me responde. Así que armamos otra vez (risas).
Blixa Bargeld
Walter Fellini [excantante de Los Corrosivo] era ultra fanático de Blixa Bargeld [líder de Einstürzende Neubauten y exmiembro de Nick Cave & the Bad Seeds] a tal punto que lo tenía de poster gigante en una puerta. Walter empezó a viajar de chico a Berlín, y yo después me enteré él se llevaba el material en cassette de UnoxUno y lo metía en una radio alemana. Entonces un día él ve la performance de Blixa y pensó “Pero esto yo ya lo vi en UnoxUno”.
Un día Melero me dice que tengo que conocer al cantante de Los Corrosivos. Y una vez vinieron a tocar a San Miguel y empezamos a mantener una relación.
Cuando nace la posibilidad de que viniera Blixa, él hace una convocatoria vía Instituto Goethe, porque además de tocar él escribe, y quería hacer un cadáver exquisito de poesía donde con poetas de acá y de países limítrofes. Se presentó en el Goethe. Estaba todo muy bien hecho. La gente estaba sentada en butacas, Blixa estaba en el medio de una especie de escritorio de madera alto, largo y gigante, y de los lados habían otros dos performer. Uno de ellos era Rubén Szuchmacher y el otro no recuerdo quién era.
Entonces Blixa leía poesía en alemán, otro leía en inglés, y otro en castellano. Y no terminaba ahí. Estaba todo oscuro y ellos estaban iluminados por un reflector cada uno. Estaba todo en alto y para ver desde las butacas tenía que levantar la cabeza. No se veía lo que pasaba arriba de la mesa. Y usaban micrófonos Seinnheiser MD421, una exquisitez. Pasa una mosca y hace un barrido. Y cada uno tenía una voz muy particular. A veces hablaba uno, a veces otro. De pronto hablaban dos, en algún momento los tres. Y eso fue adquiriendo una intensidad. Y en un momento empezaron a fregar las manos sobre la superficie de la mesa. Uno no veía, sólo se escuchaba. Y la mesa estaba toda con polvo rojo. La fricción con el polvo comenzaba a generar un ruido y en un momento se empezó a levantar el polvo y a mí me voló la cabeza.
Cuando termina una chica del centro cultural me dice que me quiere presentar a Blixa. A él le habían dado una cantidad de material para escuchar, entre ellos el mío, entonces me quería conocer. Así que esa noche nos conocimos y como él se quedaba unos días lo invité a un asado en casa.
A casa vino un chico de Bella Vista que oficiaba de traductor, un amigo alemán que había hecho un intercambio y que estaba viviendo acá, y Walter Fellini, que era fanático de Blixa y al que le dimos la cámara para que filme. Por supuesto que vino Horacio que ni sabía quien era Blixa Bargeld. Éramos como doce en casa. Y yo había armado todo en estudio como para decirle en algún momento que tocáramos y grabáramos. Lo único que había que hacer era tocar el REC.
Pero resulta que Blixa era vegetariano. Así que tuvimos que irnos a la comida china y el asado quedó tapado (risas). Y después le propuse que fuéramos a tocar algo y nos fuimos a mi estudio que era grande y estaba todo microfoneado. Había una batería y tres guitarras. Yo le pasé mi guitarra. Le ofrecimos pedales y dijo que no, la afinó dos tonos más grave, y me pidió subirse arriba del equipo de la guitarra y lo usaba como un efecto. Nos pasamos tres horas tocando sin hablar. Yo le había dicho al chico traductor que apretara REC. Todo lo demás estaba listo, todo pasado a la consola, ecualizado, etétera. Y Walter, tirado en el piso filmaba.
Terminamos, nos despedimos, se fueron. La grabación era en digital, y había puesto el DAC para mayor calidad. Pero veo y se había pasado todo el sonido pero no puso el rec. Puso play nada más. No se grabó nada. Y yo me quería matar. La cuestión es que nos terminó salvando la filmación de Walter. Sacamos la música de la filmación.
Luego, uno de los chicos que supo que habíamos grabado me pidió el video, porque él no había estado en el encuentro. Y resulta que finalmente el VHS se perdió. Es un súper amigo, pero cada tanto me agarra un ataque y le pregunto si sabe dónde está el video. Ese fue el triste final de ese encuentro histórico (risas).

Los Brujos y Aquelarre
Mi hermano, que era un poco mayor, iba a otra escuela conoce a otros pibes que eran músicos y que armaron un grupo. Él tocaba la batería, autodidacta por completo. Había también una guitarra eléctrica, una acústica, y un acordeón porque no había bajo.
Ensayaban en mi casa. Nosotros sólo nos llevábamos dos años con mi hermano. Pero en ese momento llevarse por dos años de diferencia era mucho. No me daban bola. Me decían «salí, tomátela». Pero un día uno de los pibes que tocaba la guitarra deja de estar en el grupo y mi hermano les dijo que yo tocaba la guitarra así que me sumé. Esos eran Los Brujos.
Después empezamos a llamarnos The Witch porque los grupos en esa época debían tener nombre en inglés. Y después volvimos con Los Brujos, después fuimos a Aquelarre, que era como la fiesta de brujos. Fuimos Aquelarre antes que los Aquelarre.
Cuando el rock se establece se empieza a hacer un ciclo en el Centro de Artes y Ciencias, en la sala Planeta. Un teatro de la calle Suipacha. Nosotros fuimos a tocar ahí. Y me acuerdo que se había separado Almendra y estaba en el público Rodolfo García y Emilio del Güercio. Yo siempre digo que a estos les gustó el nombre Aquelarre.

The Beatles
Es difícil transmitir. Los conocí cuando tenía 13 años. Yo desde los 5 años tocaba guitarra. Con mi hermano mayor siempre nos llamó la guitarra porque mi papá para que nos levantemos iba a la habitación y se ponía a cantar. Cantaba bien. Pero yo pensaba que sabía tocar y después con los años me di cuenta que la tocaba así no más. Yo si tenía algún tipo de inquietud me mandaban a música, baile, guitarra. Desde los 5 años leía partituras que ahora no podría leer como en ese momento. Y una tarde que escuchábamos la radio, un programa que se llama Flecha Juventud aparece a sonar algo y nos preguntamos qué era. Entonces fuimos a la única galería que había en San Miguel y le preguntamos “¿tenés tal disco?”. Pero no lo tenía. Así que adonde íbamos preguntamos si estaba. Era el Please Please Me. Todo este proceso pasaba cada vez que nos enterábamos que los Beatles sacaban algo. Además tenían esa cosa comercial que estaba re buena que era decirte que la última canción representaba el disco que venía, entonces estábamos desesperados. Nos reuníamos en el living de casa con amigos que les gustaba la música y nos maravillábamos. Era como si estuviéramos estudiando música. Y analizábamos los instrumentos desde muy chicos.

Próximas fechas de UnoxUno:
- Sábado 28 de junio | 20:30 horas: Roseti (Gallo 764, CABA). UnoxUno con Rotman de invitado. Entradas a la venta acá.
- Viernes 18 de julio | 21:00 horas: Casa Suiza (Calle 2 N° 261, La Plata). UnoxUno junto a Francisco Bochatón. Entradas a la venta acá.

También puedes escuchar la discografía de UnoxUno en Bandcamp.
