Ph: Sebastián Molina – @sebastianmolinafotos
Más allá de los estadios con entradas agotadas y del aluvión de visitas internacionales de artistas clásicos y modernos, probablemente el evento musical del año haya sido el debut de Javier Corcobado en Argentina.
Buenos Aires lo extrañaba, a pesar de que nunca antes hubiera pisado la ciudad. Desde hace tiempo que existe una comunidad musical que comulga con su poesía y su estética, en la que se entremezclan la oscuridad y la luz, el amor y la muerte, la ternura y el dolor de existir. Eso se puso de manifiesto en su debut, el martes 12, en la sala Batato Barea del Centro Cultural Ricardo Rojas, dependiente de la UBA, que hizo posible este milagro en el marco del Ciclo Visage que organiza el incansable Fabián Jara. El lugar se llenó, antes que nada, de músicos y periodistas, que constituyen su base de fans locales. Se vieron rostros curtidos de habitantes del under de los años 90, la década en la que Corcobado pulió su estilo y su poesía con discos gloriosos con el grupo Demonios tus ojos a finales de los 80 y luego al frente de Corcobado y los Chatarreros de Sangre y Cielo. Además, Corcobado siempre destaca su afinidad con artistas de estos lares, desde Gardel hasta Calamaro, con quien compartió veladas madrileñas, o el ex Toreros Muertos Guillermo Piccolini, único invitado, al día siguiente, cuando repitió en la sala Lilia Bodoc, del teatro Hasta Trilce. La persistencia, sin duda, ampliará esa audiencia, inevitablemente, dada la calidad del artista. El boca en boca ya se hecho a correr. Esta avanzada incluye, digámoslo, ambas orillas del Río de la Plata – se presentará también en Montevideo.

Javier Corcobado nació en Frankfurt pero es español. Tiene 61 años y espera cumplir muchos más. Es un hombre enjuto, calvo, educado y agradable, que habla como un susurro, el mismo susurro que envuelve la sala cuando actúa. Ha llevado una vida de aventuras que plasmó en una autobiografía de 800 páginas. Fue punk, fue post punk y ahora está más allá de cualquier etiqueta. Ha publicado casi 20 discos a lo largo de su carrera. Todos, hasta el más reciente, Somos demasiados, de 2019, sorprenden por una calidad superlativa, no importa la década ni el sonido de moda. Ahora se apresta a lanzar Canción de amor de un día, un tema -literalmente- de 24 horas de duración, más de lo que podría soportar cualquier algoritmo. Por eso saldrá en un formato inusual -un pendrive- junto a un libro que recoge el proceso de su creación, que involucró a más de 60 artistas de todas las facciones musicales posibles. Las coordenadas musicales de Corcobado incluyen a Nick Cave y The Birthday Party, Suicide, Sex Pistols, José José y Camilo Sesto.
Corcobado trajo su música a estas playas y estuvo acompañado por una banda impecable de artistas locales, integrada por Fidel Araujo Nelson Collinwood, Uxia Hochstein y Daniela Augurio, quienes supieron aportar el clima apropiado para que su voz y su poesía se lucieran. También trajo una banda de rock pero compactada en su computadora personal, para apuntalar las canciones más enérgicas. Junto a Corcobado se presentó también su “guitarra tormenta”, que no es otra cosa que una Gibson Les Paul con la afinación y el encordado alterados, de la que saca rayos y centellas cuando se lo propone.

La lista de canciones que repitió en ambas funciones fue inteligentemente elegida, pues constituye un repaso de toda su trayectoria, aunque haya quien lamente que no hubiera sido más extensa. Hubo canciones legendarias, grabadas hace 30 años (“Coches de choque”, “Sangre de perro,” “Dame un beso de cianuro”), y también de las más recientes (“Somos demasiados”, “Agradecimientos”). También hubo un segmento dedicado a cantautores de fuste, que incluyó covers de Raphael y de Leonardo Favio. El cierre, en ambos shows, fue Mano a mano. Antes de cantarla, honorable, pidió disculpas al Río de la Plata. Precavido, no quiso meterse con el gentilicio de Carlos Gardel antes de cruzar el charco –aunque sabemos que Gardel era francés y nació en Toulouse.
Corcobado todavía no se fue y ya se lo extraña.