teatro
Donde quieras estar | Por Giovanna Cirianni


24/10/2025

Por Giovanna Cirianni
@giovigeraldina

Dramaturgia: Federico Buso. Dirección: Martín Goldber Actúan: Federico Buso, Silvina Katz. Diseño de vestuario: Jose Escobar. Diseño de escenografía: Alicia Leloutre. Realización de escenografía: Alicia Leloutre, Agustin Justo Yoshimoto Música original: Lucas Sebastián Ramírez. Diseño De Iluminación: Sebastián Francia. Asistencia de dirección: Luca Clavel. Producción ejecutiva: Francisco Tortorelli. Prensa: Adriana Schottlender. Sala: Espacio Callejón (Humahuaca 3759, CABA). Funciones: Miércoles 20:30 horas. Entradas: Alternativa Teatral.

Las plazas porteñas son uno de los emblemas de esta ciudad. Son espacios que dan tregua a la de otro modo insoportable prevalencia de los edificios; espacios que ya se han trabajado en la literatura tomando como base algunos de sus elementos característicos y paisajes. Pero más allá del carisma que pueda tener su forma, el alma de las plazas es su importancia como lugar de encuentro. Y si bien pueden acoger rondas de amigos, encuentros amorosos o cumpleaños infantiles, hay un tipo de conexión social particular de la plaza que puede pasar desapercibida. Me refiero a la relación que se establece siempre anclada a ese espacio y que deja en segundo plano los elementos que hoy en día suelen vincular a dos o más personas: la escuela, el trabajo, la familia, la afinidad política o deportiva. 

Digo “hoy en día” porque las plazas de la capital son el remanente de un tipo de espacio que fue la regla, donde destacaba el tipo de “cafetín” de tan merecido tango. Las plazas -y ya no los cafés, devenidos cafetería de especialidad- tienen una virtud a la que se aferran los personajes de la última obra de Federico Buso, Donde quieras estar: la posibilidad de encontrarse en el anonimato. La cotidianidad de los encuentros permiten el desarrollo de un tipo de conexión que hoy nos sorprende, pero que supo ser moneda corriente en la vida de barrio de una ciudad que crece y de a poco nos excede. 

Donde quieras estar apuesta por esos espacios que posibilitan experiencias íntimas y en ocasiones poéticas. De los personajes sabemos poco, pero se trasluce lo más importante: sus reacciones, manías y algún evento traumático del pasado. Todo esto hace lucir la capacidad de los actores para construir personajes entrañables desde algo tan sutil como un gesto o una inflexión de la voz. La escenografía contiene a los protagonistas en este refugio que han construido en el centro del espacio público, mientras que la iluminación y juegos de sombras nos van conduciendo en el ida y vuelta entre su mundo interior y el descontrolado mundo urbano que los rodea.

Dentro de la intensidad de la vorágine que cada vez normalizamos más, tanto en la vida cotidiana como en muchas propuestas escénicas, resulta refrescante encontrarse con un texto que apuesta por la pausa. El lenguaje poético está presente desde la primera hasta la última escena, construyendo un clima de contemplación como valor en sí mismo. Donde quieras estar nos hace parte de ese encuentro de plaza que puede ser íntimo o anónimo, o ambas cosas a la vez; nos invita a navegar la posibilidad del placer y la ocasional angustia de la incertidumbre.



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