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El Llamado a La Aventura (Pero no el de Joseph Campbell) | Por Gaspar Homps


A propósito del reestreno de Historias Extraordinarias en el MALBA

Gaspar Homps
@gasparhompsoficial

Porque es casi imposible hablar de una película tan grande como Historias Extraordinarias (2008) sin irse por las ramas, sin distraerse con cada personaje y lugar y evento distinto, voy a hablar de un momento en particular que me llamó la atención en este revisionado en el MALBA: el momento del llamado a la aventura. 

No, no el llamado a la aventura cómo lo pensó Campbell, porque aunque sea algo romántico la idea actual del monomito le queda un poco chica a estas extraordinarias historias.

Si pensamos en Historias Extraordinarias como una película no solo de aventura sino sobre aventuras- que muestra que una aventura puede ocurrir en cualquier lugar,  que muestra todas las formas en las que una aventura puede ocurrir- el momento más importante es entonces el llamado, el disparador si se quiere. En cada historia es muy distinto.

X es el que más directamente involucrado está con su llamado a la aventura: ve un crímen, mata a un hombre, roba un maletín, quizás lo vieron, debe esconderse. En un principio entra a la aventura a mala gana, obligado a ser partícipe y a poner en riesgo su vida. Su llamado a la aventura es inmediato y reacio. 

Curiosamente, X es el que más se aleja de su historia, el que más divaga y observa historias paralelas, y el que menos se entera de la verdadera narrativa de la cual forma parte. Asume un rol más de investigador que de partícipe de su extraordinaria historia, un voyeur, un aspirante a James Stewart. Interactúa con su historia siempre desde lejos. Pero, interesantemente, también construye su propia ficción a partir de las historias que lo rodean, une los puntos, completa la información faltante con su propia imaginación.

Pero, finalmente entiende que lo que está haciendo es algo ridículo, entiende que, por más bella que haya sido su investigación, la audiencia del MALBA se viene riendo de él, sigue de viaje, y se deja llevar por la aventura.

El llamado de Z es más curioso. Es más sutil, pero también obvio. Su llamado ocurre semanas, sino meses, después del comienzo de su historia, de su llegada a su nuevo empleo. Está en un hotel, haciendo un viaje que debe hacer como gerente de la Federación. En uno de los hoteles que debe visitar le piden unos papeles que quedaron en el auto (el famoso Volvo azul de Llinás). Buscando aquellos papeles encuentra algo por accidente: un viejo cuaderno lleno de secretos. Su llamada es una mirada particular a un cuaderno. Ahora sí, la aventura lo llama. Z cumplirá un rol tanto de investigador cómo de partícipe voluntario, pero más que nada de viajero. Quizás su llamado a la aventura no es solo el misterio de Cuevas sino el hecho de la aventura en sí. Quizás su llamado es la ruta. Z es, creo yo, muy evidentemente un self-insert del mismo Llinás (especialmente teniendo en cuenta lo que hace Llinás luego en el Episodio IV de La Flor), y ¿quién ama más la ruta y la aventura que Mariano Llinás?

Finalmente H. Quizás el más difícil de marcar. ¿Cuándo se le llama a la aventura a H? ¿Cuando se le contrata? ¿Cuando Factorovich hace la apuesta? ¿Cuando ve el primer monolito destrozado? ¿Cuando conoce a César al final de la primera parte? Yo creo que queda intencionalmente ambiguo. H nunca termina de entender su historia, no del todo, y es, paradójicamente, el que más influencia tiene sobre ella. Si él saca las fotos Bagnasco pierde y Factorovich gana la apuesta. A H, sin embargo, esto no le importa. No quiere atravesar los desafíos que se le presentan, no quiere perder su bote ni ser arrestado, no quiere saber nada de César, ni de sus planes y sus historias, él quiere terminar su trabajo y volver a casa. Es más: no solo no sabe sobre la historia, nisiquiera especula. No une los puntos como X o Z, no se digna a adivinar que puede estar pasando, casi como un espía o un asesino a sueldo, tiene un trabajo que hacer.

Entonces tenemos a X, el investigador, el voyeur; a H, el viajero; y Z, el que existe entre el investigador y el viajero: el aventurero. En una nota de pie en el libro del guión Historias Extraordinarias que salió en 2009 Llinás describe a Lola Gallo como “la mujer ideal”. No, no su mujer ideal, sino que la mujer ideal del film:

“Una mujer de ruta, impredecible y valiente”

Y puede ser entonces que de la misma manera que el film elige a su mujer ideal, elija también a su hombre ideal: Z.



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