teatro
El rayo. Unipersonal de María Ucedo | Por Javiera Miranda Riquelme
El rayo. Unipersonal de María Ucedo


Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq

Dramaturgia y dirección: María Ucedo y Valeria Correa. Intérprete: María Ucedo. Luces: Matías Sendón. Vestuario: María Cecilia Ximénes. Música: Martín Pavlovsky. Producción: Fabiana Brandan. Sala: El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034. Funciones: sábados 22:00 horas. Duración: 50 minutos.

En pleno duelo familiar y de manera inesperada, una madre revela un íntimo secreto amoroso. Un secreto que no se percibe a sí mismo como tal, un secreto que se jura así mismo no haberse ocultado jamás, pero que reconfigura toda la memoria de una familia y da respuestas a signos del pasado que quedaron velados. Ese es el corazón de El Rayo, obra interpretada por la artista María Ucedo y escrita y dirigida por ella y Valeria Correa.

María Ucedo entra al escenario atlética, aunque no ligera. El rictus de su cara es tan imponente como la inmensa capa anaranjada que lleva amarrada sobre sus hombros y que cubre prácticamente todo el espacio escénico. El género de la obra es complejo, abierto, no se encorseta. María se propone indagar desde lo teatral, lo performático y lo documental un secreto amoroso de su madre. ¿Puede una mujer ocultar a su amante durante décadas? La madre de María no ocultó a su amante aunque sí mantuvo en la clandestinidad el carácter amoroso de ese vínculo.

La puesta en escena de Ucedo y Correa no es una crónica o un recorrido puramente narrativo. Por el contrario, es un juego que se propone dar sentido a hechos que se construyeron dentro y en torno a una familia y que hasta ahora no tenían respuestas. Respuestas que se intuyen pero que precisan ser nombradas, llamarse por lo que son. En este caso el amor. El amante con nombre y apellido.

María corre, salta y da piruetas de manera precisa, fluida y sumamente expresiva en el abanico de registros emocionales y sociales que requiere esta revelación familiar. El cuerpo de María exhalar con brío ese amor que no alcanzó a ser dicho antes de que llegara la muerte. Y el mérito es doble, porque la puesta en escena no sólo supone completar sentidos que habían quedado vacíos en la memoria familiar, sino que poner al espectador sobre el tapete de prejuicios sociales y políticos que llevaron a la clandestinidad a ese amor aún cuando el espectador no posea esos prejuicios. El amor de la madre de María es un amor que en la actualidad no incomodaría tanto como cuando comenzó hace décadas atrás y que se obliga a ser revelado con el peso de la clandestinidad del pasado.

La revelación amorosa de la madre de María es una revelación de época, y aunque los recursos visuales, sonoros y audiovisuales siempre pueden amenazar con deborarse una puesta en escena, en el caso de El Rayo acompañan a María con justeza. Recrean la clandestinidad de época de ese secreto, sin sustituir la dramaturgia y la interpretación de la actriz.

La gran capa anaranjada es un espacio que ruega respuestas. Es quizá ese campo de sentido inmenso que María, como hija, comenzar a completar: la separación de sus padres; su niñez; sus preferencias estéticas de adolescente; y la sospecha de que el duelo familiar debe tomar otro carácter.



COMPARTIR  

  CONTENIDO RELACIONADO