teatro
Medea, adaptación de Gustavo Pardi  | Por Javiera Miranda Riquelme



Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq

Autoría: Eurípides. Versión: Irina Alonso. Dirección: Gustavo Pardi. Actúan: Adriano Barisone, Ivan Diaz Benitez, Antonella Fittipaldi, Lourdes Anahi Gomez, Carolina Krivoruk, Noelia Perea, Marcelo Sánchez. Voz en Off: Ingrid Pelicori. Vestuario: Yamila Solbes. Música original: Silvina Aspiazu. Diseño De Iluminación: Horacio Novelle. Fotografía: Gaston Frias. Asistencia técnica: Tomás Alcántara. Asistencia de dirección: Glenda Aramburu. Sala: Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543, CABA). Funciones: Domingos 20 horas. Duración: 60 minutos. Entradas: Por Alternativa Teatral.

El director Gustavo Pardi se encuentra presentando Medea, una adaptación visual rockabilly y contemporánea de la tragedia clásica de Eurípides.

Medea es probablemente una de las tragedias clásicas más notables al momento de analizar el lugar de la opresión de las mujeres al interior de la familia griega y algunos de sus ecos vigentes. Si en la tragedia La Oresteada de Esquilo se muestra a Clitemnestra como una mujer tensionada entre la vieja y nueva estructura de parentesco familiar (de la propiedad comunal y herencia matrilineal/matrilocal a la propiedad privada y la prole como herencia de exclusiva de la línea paterna), en la ficción de Medea esta nueva estructura ya está absolutamente consolidada y la protagonista debe enfrentarse a la caída del derecho materno, su relegamiento a tareas domésticas y de crianza, y al abandono de su familia de origen para vivir como extranjera en la ciudad de su esposo.

Las representaciones populares que ha tenido Medea a lo largo de la historia han sido unánimemente la de bruja, hechicera, oscura, inteligente, manipuladora, vengativa, asesina. Es todo eso, sin dudas, pero hay un aspecto del personaje aparentemente sutil (pero estructural) que ha tenido un injusto tratamiento: el de considerarla una mujer arbitraria, fuera de control, y caprichosa en su crimen. 

Pardi capta esta sutileza y pone a Medea en su justa tragedia: no tiene derecho sobre los hijos que ha parido y asesinarlos no es sólo para hacer sufrir a Jason. Los asesina porque, de ese modo, destruye su prole, su propiedad y, con ello, su autoridad al interior de la institución familiar y entre sus pares. Es criminal, sí, pero no caprichosa. Reclama su derecho: ella los parió, entonces ella los puede matar. Una suerte de atentado político calculado contra quien la ha humillado.

Para que esta sutileza pueda funcionar, el corifeo de Pardi, compuesto por tres jovenes actrices con apariencia de brujas hardcore, tiene características diferentes del original desde el punto de vista discursivo. 

En la versión de Eurípides el coro es ambiguo: juega entre lamentarse por la humillación que ha realizado Jason contra Medea y soltarle la mano por haber asesinado a sus hijos. El coro original se debate entre la justicia de los dioses y la justicia por la mano propia. El coro de Pardi, en cambio, trata de disuadir a Medea del crimen pero la acompaña también en su luto. Se identifica con ella.

La puesta en escena es minimalista, pero los signos que Pardi instala en el vestuario son un guiño a la mujeres pin up y rockabilly de los años ‘40 y ‘50 que mezclaban sensualidad, belleza y también rebeldía, lo que queda muy a tono con la actitud jovial y desafiante de la interpretación de Antonella Fittipaldi en el rol protagónico.

La atmósfera es sombría, sufriente, y aunque el texto a ratos la vuelve afectada al conservar ciertas fórmulas verbales del original, esto no impide que el espectador pueda empatizar con el dolor de Medea y su atentado contra la familia.



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