danza
Para sobrevivir (o cómo vivir de nuevo) | Por Giovanna Cirianni


Por Giovanna Cirianni
@giovigeraldina

Autoría y Dirección: Daniela Gracia. Intérpretes: Luciana Berti, Milagros Muñoz, Camila Vega, Violeta. Vestuario: Mia Soifer. Diseño de luces: Paula Fraga. Música original: Dylan Lerner. Asistencia de dirección: Rocio Alagastino. Producción: Miranda Ciriano, Daniela Gracia. Sala: Fundación Cazadores (Villarroel 1440, CABA). Funciones: Viernes y sábado 21:30 horas.

Las cuatro intérpretes ya componen una escena mientras el público entra a la sala. Por las formas de los vestuarios, con deformaciones y protuberancias esféricas, se acoplan de manera que parecieran formar un solo ser. Toda la escena es blanca. Además del vestuario (Mia Soifer) que sienta algunas bases de la narrativa, hay una mesa y una silla cortadas en diagonal, que dan la sensación de estarse hundiendo en el suelo.

Para sobrevivir (o cómo vivir de nuevo) es la última obra de Daniela García, interpretada por Luciana Berti, Milagros Muñoz, Camila Vega y Violeta Vicario, que se ha estado presentando los viernes de mayo en Fundación Cazadores, un espacio que no deja de albergar propuestas y artistas de gran calidad. 

Esta obra podría ser una especie de naufragio, un momento robado a una historia que parece ir a contrarreloj. “Les damos la bienvenida a las puertas del cielo”, reza la sinopsis. Esta es una imagen celestial contradictoria, angustiante. Una de las bailarinas toma el lugar de dios, ángel o virgen que se posiciona por encima de las otras tres, mirando siempre más allá, mientras las otras se debaten entre los límites de lo humano y la visión de lo divino. 

El lenguaje de movimiento y los motivos que se eligen van dando coherencia a la escena. La figura celestial sostiene posiciones y gestos por momentos mucho más largos, como si existiera en otro tiempo y en otra lógica. Mientras tanto, las otras tres bailarinas van armando loops que transmiten una impresión muy concreta de la humanidad, siempre arrastrada de nuevo a las profundidades, y que sin embargo no se cansa de intentar subir, alcanzar otra dimensión, otra lógica utópica en donde los cuerpos no se violentan ni convulsionan.

Todos estos elementos (vestuario, escenografía, construcción de la escena, motivos coreográficos) se articulan de manera orgánica y a la vez sorprendente. Dan cuenta de un proceso creativo muy cuidado que otorga a la obra esa cualidad hipnótica que tanto disfrutamos cuando presenciamos artes escénicas, especialmente artes del movimiento. 

Como tejido conectivo está la música (Dylan Lerner) que nos permite transitar y conectar profundamente con todo el abanico de emociones que García propone. Y la elección musical también es fundamental para cerrar un final, uno que juega con nuestras expectativas y que responde a esa pregunta que motiva a la coreógrafa y que, por supuesto, nos persigue a todos: ¿cómo vivir de nuevo después de todo esto?



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