teatro
Petróleo y la masculinidad fabril | Por Javiera Miranda Riquelme
OBRA DE TEATRO PETRÓLEO


Texto y dirección: Piel de Lava y Laura Fernández. Intérpretes: Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes. Diseño de sonido y música: Zypce. Iluminación: Matías Sendón. Escenografía: Rodrigo González Garillo Vestuario: Gabriela A. Fernández. Teatro: Teatro Metropolitan, Av. Corrientes 1343. Funciones: Miércoles 20 horas.. Duración: 100 minutos.

Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq

Las luces que iluminan las butacas se apagan para dar inicio a la obra, y los espectadores comienzan a aplaudir como si estuvieran en la cancha para alentar a su equipo. Algunos también aplauden por adelantado en algunos de los momentos que nos dan el Carli, Formosa, Montoya y el Palla. Es evidente que muchos de esos espectadores han visto la obra Petróleo más de una vez.

En la sala 1 del Teatro Metropolitan asistimos a la convivencia en condiciones extremas de cuatro obreros petroleros que trabajan en un yacimiento de la patagonia argentina. Las instalaciones petroleras son gigantes, pero en el horizonte yermo de la patagonia parecen apenas un punto. Por las noches las temperaturas descienden por debajo de los 0°C, y los obreros están obligados a convivir en un pequeño tráiler que apenas incluye camas marineras y una pequeña cocina americana. El baño está afuera, en medio de la nada, y se llega sorteando el frío, la neblina, el viento y con linterna en mano.

El pozo de petróleo, que se va revelando durante la obra como un ente con personalidad propia,  rompe rocas a tres kilómetros de profundidad para tratar de chupar el petróleo que se supone aún queda entre las napas. Arriba amenazan condiciones climáticas extremas y presencias fantasmales. Abajo, sólo dios sabe como huele, se oye y se ve el pozo.

Piel de Lava, la compañía teatral de mujeres compuestas por Pilar Gamboa, Valeria Correa, Laura Paredes y Elisa Carricajo se ha consolidado con Petróleo como un grupo rockstar del circuito teatral nacional e internacional. Muchas pueden ser las razones: cuatro actrices personificando a personajes varones; una dramaturgia con voces provenientes del mundo fabril; un conflicto dramático claro de supervivencia; y una escenografía que construye sentido. 

Sí pero no. Lo que hace que Petróleo sea una máquina teatral feroz no es sólo un listado de buenas consideraciones críticas. Lo que hace formidable a Petróleo es que todas esas consideraciones críticas forman parte de un cuadro compositivo que dialogan y fluyen de manera coherente y exquisita.

HABITAR LA MASCULINIDAD

Las actrices de Piel de Lava no habitan cualquier masculinidad. No interpretan la masculinidad de los accionistas varones de Wall Street, pero tampoco la masculinidad de un grupo de varones docentes, músicos o médicos –que tienen por supuesto sus propios códigos. Las mujeres de Piel de Lava son habitadas por una masculinidad obrera, esa masculinidad exacerbada y promovida en los ambientes fabriles como mecanismo ideológico para justificar las condiciones laborales insalubres en las que deben producir: no importa que la calefacción del tráiler ande mal, el que es macho se la banca; no importa que tengan que trabajar con maquinaria sin elementos de seguridad laboral, el que es rudo se la banca; no importa que tengan que pasar largas temporadas viviendo hacinados y lejos de sus familias, porque el que es bien hombre también se lo banca. ¿Y las hernias lumbares? ¿Y el estrés laboral? ¿Y desgarros, heridas, dedos o extremidades perdidos durante alguna tarea laboral? Bien gracias.

Ese es también el contrapunto entre los cuatro obreros petroleros y el ingeniero, personaje al que nunca vemos en escena, pero sabemos –sobre todo por el relato de Formosa– que no tiene las características masculinas con las que ellos se identifican (o tienen que): el ingeniero va al yacimiento cada cuatro días o una vez por semana; no sabe cómo funciona el pozo ni la maquinaria; y llega en camisa y de casco blanco. El ingeniero no es ni rudo ni macho ni se la banca, porque habita otra masculinidad, la del patrón.

Desde ese punto de vista, tanto el vestuario como la escenografía construyen una fuerte identidad en los personajes. El vestuario crea sentido en el cuerpo de estas mujeres: ropa ancha con la que pueden sentarse de piernas abiertas para acomodarse de vez en cuando sus genitales por encima del pantalón; y ropa técnica, con bolsillos varios para llevar elementos útiles como linternas o destornilladores. Sin embargo la llegada del nuevo compañero de trabajo, Palladino, pondrá en cuestionamiento ciertos estereotipos de la ropa que construye esta masculinidad porque él trae en su maleta pilchas de otras características –de características femeninas, aunque no por ello menos prácticas y útiles.

También la escenografía de Petróleo es un lujo. No sólo porque recrea la infraestructura en la que habitan estos obreros y las máquinas con las que tienen que lidiar, sino también porque es una escenografía móvil que debe manejarse por arrastre, y por tanto, que obliga a las actrices a ser habitadas por sujetos que emplean fuerza física, que para el caso del mundo fabril, es una fuerza absurda y desenfrenada puesta al servicio de un ritmo de producción absurdo y desenfrenado también. Las Piel de Lava son las maquinistas de su propia escenografía.

RIDICULEZ MASCULINA

Por supuesto que obtener el resultado estético que produce Petróleo no es una opción que esté a mano de cualquier compañía de artistas. La interpretación y los signos del mundo petrolero de la patagonia argentina revelan una profunda investigación, además de mucho entrenamiento desde punto de vista de la construcción de los personajes: el varón que se autopercibe macho alfa como el Carli; el varón que es enfermizo y asustadizo y que no cumple con los parámetro de masculinidad de demandan sus compañeros como le pasa a Montoya; el varón flacuchento de un metro y medio que compensa esas desventajas físicas con una energía imparable como Formosa; y el varón más resuelto que no se siente demandado por un estereotipo de masculinidad y que interpela sin querer la masculinidad y los afectos de sus compañeros, como Palladino.

En las artes escénicas no es novedoso ver a un varón vestirse de mujer e interpretar a una. En ciertos circuitos del teatro es hasta un vicio, un cliché. ¿Pero al revés? Las Piel de Lava llevan al escenario esa tremenda y bien ejecutada novedad. Mujeres interpretando a varones con una verosimilitud tan rica y precisa que sobre el escenario se vuelve absurda, ridícula. De ahí también que los espectadores de Petróleo la hayan visto más de una vez, porque es entre muchas otras cosas, una obra para estallar de risa.

Petróleo, como toda buena obra, posee un conflicto dramático claro ligado a la sobrevivencia que, aunque demora en llegar, lo hace cuando la masculinidad ficcional de cada personaje ya se ha podido presentar y está lista para entrar en contradicción. Esta obra es una joya no por ser la representación de un mundo, sino porque los espectadores asistimos a una hipótesis teatral. Una hipótesis política y artística de lo que es capaz el cuerpo del artista. Imperdible.



COMPARTIR  

  CONTENIDO RELACIONADO