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Poesía | Primeras voces | De Federico Iphais


15/10/2025

De Federico Iphais
@federicoiphais

Habito [en] un sueño. 

Un sueño que es el revoque rugoso 

(de esos que antes se hacían, pero ya no más) 

en la pared del patio de la casa de mi abuela. 

Un sueño es su sombra vigilando el muro, 

su voz borboteando en los malvones, 

el agua que brota de una serpiente de goma 

o vuelta lluvia en un artilugio de plástico

redondo que gracias a la arbitrariedad del

lenguaje 

podemos llamar 

“sapito”. 

Hay sueños, hay experiencias 

hay memorias de sueños 

hay memorias de experiencias, 

también hay olvidos de ambas. 

Todos sabemos que la verdad 

tiene una pata en lo vivido y otra en lo

imaginado: el tiempo también nos ha soñado, 

de muerte en muerte, 

y ha respirado sobre las arañas y los otros bichos 

todas las tardes en que nos ha hamacado 

en ese mismo patio, 

cada vez que volvíamos de la escuela. 

Pero, por favor, te pido 

nunca cometas el imperdonable crimen 

de decir que todas las tardes son una, 

o uno todos los días y todas las mariposas una, 

no confundas la indigencia de tu lengua 

con el esplendor de cada cosa perfecta e irrepetible. 

Decimos que hay sueños y recuerdos, 

pero solo el lenguaje sueña 

¿por qué será? 

sueña para volverse imagen 

sueña para transformar cada fonema en una sensación

cautivante para que exista, aquí, el sueño de una tarde, 

por la que va la procesión del verano  

oculta tras las ásperas hojas de mi infancia.

Así es como recordamos y predecimos en un solo acto,

porque el tiempo es circular o porque ingenuamente eso

creemos por observar la sucesión de las estaciones y los

equinoccios o porque suponemos que el mundo,

seguramente, se comporta de la misma forma que la mente 

y entonces, está claro: 

número y llave 

mente y cerradura 

equivalen a gametas 

que se unen para regenerar  

el cuerpo de la verdad toda  

o inventarlo. 

¿Será así? 

no lo sé 

mis ojos reposan donde antes el viento 

concebía la voz de la alameda 

y donde ahora solo una cosa perturba 

el inmutable azul 

de mi recuerdo: 

el tibio y perezoso bostezo de Dios 

que diluye las sombras de las aves 

y entremezcla sus voces 

en la urdimbre  

de la historia. 

Es un aliento 

que trilla el trigo de las horas 

y lo recoge con su boca, 

lo mastica, 

lo fermenta y lo cuece en su vientre lleno de poesía que

calla. Y, mientras pasa la noche, 

la masa se eleva con el calor de la vida 

y un cuerpo de pan nace 

de dos cuerpos unidos, 

del fuego y del barro. 

El Señor, que lo ha creado, 

sopla sobre el dormido rostro, 

y entonces un humano despierta, 

abre la boca, 

y de pura necesidad 

nace su canto 

como un niño que encuentra  

su verdad en su llanto. 

El humano le regala 

a Dios de vuelta su regalo 

y mientras el creador oculta su sonrisa entre las

nubes, el tiempo comienza su carrera 

y la voz descubre que el lenguaje es

encanto tan verdadero como podamos

hacerlo propio: único e irrepetible, 

es su secreto.

Sobre la escritor

Federico Augusto Iphais nació en la ciudad de Neuquén en 1997. Actualmente cursa una licenciatura en filosofía en la Universidad Nacional del Comahue. En 2023 autopublicó su primer poemario Canción de un peregrino.



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