teatro
Primalión: cuerpos y poder | Por Javiera Miranda Riquelme


26/10/2025

Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq

Dirección: Nico Goldschmidt. Actúan: Ana Cecilia Arcuri, Ignacio Igounet, Rocío Passarelli, Rosa Rivoira, Manuel Caponi. Diseño de vestuario: Cecilia Turnes. Diseño de Iluminación: Sebastián Francia. Fotografía: Lupe Basagoitia. Asistente de sonido: Tomás Pol. Asistencia de dirección: Pía Chianea. Producción: Valentina Rata Zelaya, Casa Teatro. Sala: Casa teatro Estudio (Guardia Vieja 4257, CABA). Funciones: Viernes 22:30 horas. Entradas por Alternativa Teatral.

En un país marcado por celebraciones de sí mismo y espectáculos de música y política que se confunden con legitimidad de poder y gobernabilidad, la idea de un millonario que organiza fiestas y paga a sus asistentes para que actúen como sus amigos puede sonar como un presagio teatral de la realidad reciente. La representación de un encuentro auto-celebratorio con público movilizado para la devoción a la figura propia es un acierto, acaso una premonición del director de Primalión, Nicolás Goldschmidt.

El conflicto central de la obra se articula a través de la tensión entre arte como mercancía, arte como deseo y arte como trabajo. Alan, dueño de una  mansión, encarna la apropiación del arte por fines privados: contrata a actrices y actores para que simulen emociones que él desearía experimentar. Pero esa misma actuación, con sus coreografías, gestos y vocalizaciones, desborda el control del millonario. En escena, los cuerpos se transforman en vehículos de las convicciones subjetivas del oficio teatral. A veces, el cuerpo como un instrumento de espectáculo; casi siempre una forma de trabajo; otras veces y en simultáneo, un deseo y una entrega estética. ¿El arte existe para satisfacer al poder, para expresar el deseo del artista, o como un medio de supervivencia y profesión? Está objetivamente existiendo para todo eso.

El Primalión, que en el discurso circula como representación de la monstruosidad, emerge del pantano, corpóreo y amenazante, pero también revela su corriente tierna frente a ciertos personajes. ¿La verdadera monstruosidad está afuera o adentro? ¿Cuáles son los cuerpos simbólicos y reales que portan legitimidad sobre la propiedad del espacio? ¿Cuáles son los cuerpos que portan el signo de la monstruosidad y la apropiación? ¿El millonario que ocupa la tierra del Primalión o el personaje mitológico que asedia la mansión? No hay que dejar de advertir en cualquier caso la paradoja de que Alan necesita dejar filtrar otros cuerpos a su mansión para sostener el delirio de quién es. Como siempre, los que aún no se transforman en cuerpos que ejerzan poder sobre el espacio son la mayoría. El tipo millonario, en minoría absoluta, compra lo sensible; en cambio, los actores a sueldo lo portan, lo reconfiguran, lo desenvuelven. Son los únicos que pueden hacer de ese espacio, la mansión, un asunto de lo sensible. En cierto modo el asunto podría resolverse con el viejo dicho de que la tierra (el espacio ficcional en este caso) es de quien la trabaja y la transforma (los actores).

El exceso corporal y la disciplina escénica construyen un tercer eje de tensión. Alan se mueve con histrionismo desbordante, combinando gritos, posturas de sumisión y actos bizarros que tensionan lo cómico y lo grotesco; las actrices alternan entre performance, sensualidad coreografiada y realismo contenido. Esta coreografía del exceso crea un espacio donde la disciplina física no reprime la intensidad sino que la organiza. Es un teatro donde lo desbordado se contiene justo lo suficiente para generar impacto y atención. La obra habla desde una cornisa cuyo borde puede transformarse en intensidad pero también y vulnerabilidad.

Primalión es un teatro de tensiones múltiples. Lo corporal y lo simbólico, lo deseado y lo apropiado, la doble valencia de la monstruosidad en el discurso.



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