
Texto y dirección: Romina Paula. Intérpretes: Esteban Bigliardi, Pilar Gamboa, Esteban Lamothe, Susana Pampín. Iluminación: Sebastián Arpesella, Romina Paula. Música original: Germán Cohen. Espacio escénico: Sebastián Arpesella, Romina Paula. Teatro: ArtHaus Central, Bartolomé Mitre 434. Función: Lunes y domingos 20 horas. Duración: 60 minutos.
Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq
Cristina y Abel, dos integrantes de un departamento secreto de la policía, allanan la casa de Ingrid y Raúl, padres del joven Bruno quien se encuentra desaparecido. Los policías revuelven la casa con la intención de obtener evidencias que les permita dar con el paradero del joven. El caso es confidencial.
Los padres de Bruno, interpretados por Esteban Lamothe y Pilar Gamboa, viven una vida sencilla y austera, y conservan lo que la policía ha denominado “cúmulo de objetos tecnológicos en desuso”. Estos son objetos familiares que han heredado y que cuidan y utilizan bajo cierta disposición espacial y sentimental dentro de la casa: un VHS, un televisor de tubo, una máquina de escribir, cintas de películas super 8, entre otros. Ingrid está desconcertada. No entiende por qué la policía los trata como posibles victimarios y piensa que si no encuentran a su hijo es porque él no quiere ser encontrado.
Las declaraciones que lo padres dan a la policía van tomando forma de relatos intimistas. Ingrid cuenta anécdotas sobre la inocencia de su hijo Bruno y sobre su concepción de la maternidad; mientras que Rául reivindica su forma antisistema de vivir, y cómo siendo padre a una edad temprana prácticamente se crió con su hijo. Estos relatos provocan que Cristina se abra respecto de su propia experiencia siendo maternada.
De esta forma, lo que comienza a ser el movimiento de objetos familiares en un contexto policial, se va transformando sutil pero decididamente en un movimiento de las íntimas sombras que habitan en cada personaje en una suerte de confesiones y catarsis colectivas. El conflicto dramático, la búsqueda de Bruno, se abre como un abanico con una dramaturgia altamente narrativa, lo que obliga a los personajes a escucharse y pensarse para construir tensiones dramáticas con las sombras propias y comunes.

Los actores despliegan cualidades interpretativas y narrativas que dejan al espectador con el aliento contenido, y el componente político de la obra ingresa al espectador a través del conocimiento personal de los personajes, y no al revés. Además, esta tendencia a la narración da lugar a que los personajes debatan y reparen en el sentido del uso justo de sus palabras durante sus discursos.
Las sombras existen ahí donde hay cuerpos que las crean. Pero a veces, cuando esos cuerpos ya no están, habitan como fantasmas dentro de quienes los amaron. En Sombras, por supuesto hay espectros de juventudes que desaparecen y siguen siendo amadas por sus familias aunque estas no siempre las comprendieron. La directora escénica Romina Paula invoca en escena cuerpos desaparecidos del pasado, que podrían eventualmente ser de períodos dictatoriales o autoritarios de otras épocas, y también cuerpos desaparecidos de la contingencia actual.
Los actores se desenvuelven con naturalidad en la vulnerabilidad de un escenario de 360°, y aunque las interpretaciones son distintas entre sí, todas se presentan concisas para los propósitos de sus personajes. Pilar Gamboa brilla con un personaje emotivo, transparente, pero también provocador. “¿Quién dice que a una madre es mejor tenerla cerca?”, repara Ingrid. Esteban Lamothe interpreta a un profesor de matemáticas buscavidas, honesto y genuino, aunque más contemplativo.
Por otro lado, Esteban Bigliardi y Susana Pampín son policías poco convencionales cuya identidad se va desarmando en escena. Abel es un policía en permanente alerta, desencontrado en principio con los demás producto del desencuentro con sus propios y reprimidos afectos. Cristina, por su parte, desarrolla probablemente la interpretación más en relieve de todos los personajes, una suerte de “camino del héroe”, pasando de ser una policía al mando a una mujer espectral que termina cuestionando sus propios mandatos inconscientes y que empatiza dolorosamente con los demás.
La compañía El Silencio, luego de varios años sin reunirse, presenta esta obra con la dramaturgia y dirección de Romina Paula, quien se inspiró en los procedimientos y las atmósferas estéticas del cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder.