
Ph: Sebastián Molina – @sebastianmolinafotos
Por Jacyn y Javiera Miranda Riquelme
IG: @jacyn_ – @javieramirandariq
La editorial argentina Gourmet Musical acaba de reeditar el libro Los Tres, la última canción, la primera biografía de la banda de rock chilena Los Tres. Escrita por los periodistas y escritores Enrique Symns y Vera Land, y a petición de la propia banda, el libro recorre los primeros años de vida del grupo musical conformado por Álvaro Henríquez (voz y guitarra), Titae (bajo y contrabajo), Pancho Molina (batería) y Ángel Parra hijo (guitarra) hasta su separación en el año 2000. El fondo de esta biografía cuenta con una exhaustiva investigación periodística en torno a la vida artística y personal de la banda y sus vínculos, aunque no por ello abandona la forma distintiva de la escritura de quienes fueron los editores y referentes de la mítica revista argentina Cerdos & Peces.
Replicantes Revista entrevistó a Vera Land sobre Los Tres, la última canción y el regreso de esta biografía a la librerías de Chile y Argentina luego de que terminara desautorizada por los propios biografiados.

–¿Por qué volviste a editar el libro de Los Tres y por qué con la editorial Gourmet Musical?
–En principio, yo este libro lo iba a sacar con Cerdos y Peces, junto con el libro de Fito y mi primera novela y cosas nuevas. Sucedió por una conversación que tuve con Leandro Donozo, editor de Gourmet Musical. No sé qué estábamos hablando, pero seguro se lo debí haber ofrecido. Yo tenía un problema con el libro de Los Tres para sacarlo con Cerdos y Peces, que era la distribución en Chile. Y Gourmet Musical está allá. Y esa distribución y cantidad de impresión yo no lo podía hacer.
Yo en ese momento estaba en La Patriada haciendo la columna de rock y cada tanto iba a Gourmet Musical a buscar libros. Creo que los reseñé casi todos. Ellos deben tener cien títulos y debo haber reseñado ochenta. Reseñaba uno por semana y fue alucinante. En principio le había ofrecido a Leandro el libro de Fito. Vio la edición original que era con fotos y no se enganchó. Pero con el caso de Los Tres se dio perfecto.

–¿Esta edición sigue siendo una biografía no autorizada de la banda?
–Sí. En la primera edición dice que es una biografía no autorizada. Pero ahora no lo quisimos poner. Porque además es obvio.
–¿Cómo fue la intermediación entre ustedes y Los Tres?
–Yo no estaba en esa época en Chile, pero Enrique Symns y Los Tres se veían porque ellos tenían amigos en común, iban al mismo bar, El Liguria. Álvaro Henríquez, el líder de los Tres y Marcelo Cicali, el dueño del bar, eran muy amigos. Todos se veían ahí y salían juntos. Y luego también por las relaciones con The Clinic, que era la principal revista cultural de ese momento.

–Si Los Tres tenían la referencia del desenlace de la desautorización entre Fito Páez y la biografía que hicieron con Symns ¿Por qué les pidieron a ustedes que escribieran su biografía? ¿No suponían el rumbo que iba a tomar?
–No creo. Por un lado los conflictos con Fito Páez sobre el final de su biografía no salieron tan a la luz en ese momento. Fito tampoco dijo nada público. Con el tiempo se retomó porque Symns volvió a hablar de eso. Yo creo que Los Tres no se lo esperaban porque tenían muy buena onda con Symns y conmigo, precisamente porque ellos tenían como mejor amigo en común a Cicali. Además, Symns era muy querido, aunque sea difícil de entender eso porque después se fue todo muy al carajo. Pero Symns era muy querido cuando llegué a Chile. Antes de llegar a Santiago de Chile, Symns venía de haber estado en el sur del país, que fue donde logró desintoxicarse. Entonces estaba bárbaro, muy lúcido y chispeante. The Clinic creció un montón con él en ese tiempo. Entonces, él llega a Santiago muy entero, carismático. Después, Santiago lo volvió a meter en el mismo despelote de los consumos que tenía antes, pero haciendo el camino cuesta abajo mucho más rápido.
Así, yo creo que nadie se imaginaba que la relación con Los Tres podía terminar mal porque empezó todo muy bien. Nosotros íbamos a comer con Álvaro Henríquez y su novia, la actriz Patricia López, y Cicale. Íbamos a la disco, etcétera. No era una relación en la que sólo nos juntábamos para trabajar. Pero yo no tengo todas las piezas de esas relaciones, porque yo no estuve ahí todo el tiempo.

–¿Cómo fue tu llegada a Chile?
–Yo vi a Symns dos o tres veces en la ciudad de Concepción porque, en principio, él me ultimó. La primera vez me dijo que, si no iba a verlo, él se devolvía a Buenos Aires. Y pensaba: “Ay no, que no se devuelva”. Nos había costado un montón lograr que se fuera a Chile y le había hecho bien. Y acá no estaban las cosas muy bien para él. Cuando fui a Concepción, la primera vez, la pasé tan bien que la segunda vez él no me tuvo que decir nada, yo ya estaba queriendo ir. Esa primera vez nos la habíamos pasado leyendo, conversando, saliendo a chupar, conociendo lugares, paseábamos con su perro Lacan, todo era divino. Además, tenía un montón de amigos, amigos escritores, poetas.
Después con Symns empezamos a hacer un guion cinematográfico para un proyecto que no salió. Habíamos empezado a trabajar ese guion por mail: yo escribía desde acá, él me respondía desde allá y así. Ese proyecto de guion era como el vínculo más fuerte que teníamos con Symns. Entre medio de eso, yo estaba trabajando para el The Clinic también, pero no conocía a nadie porque yo escribía mi columna desde Buenos Aires y Enrique me mandaba la guita, no recuerdo ya de qué manera. Y, en medio de todo eso, sale el proyecto de biografiar a Los Tres.
Cuando llegué a Santiago fue para trabajar y sabía que me iba a quedar más tiempo. Yo ahí ya tenía tres trabajos y apenas llegué empezamos a dar talleres de escritura. Estaba muy ocupada, pero al mismo tiempo todo era muy lindo.

–¿Te pusiste a escuchar a Los Tres cuando llegaste a Chile?
–Sí, yo no los conocía, ni una canción, nada. De música chilena conocía a La Ley porque le había hecho una entrevista una vez que vinieron a Buenos Aires. Fue una entrevista en el Marconetti. Tengo la imagen de estar entrevistándolos en la casa de Daniel Riga para no sé qué medio. A Los Prisioneros sí los había escuchado. Pero a Los Tres no y cuando los oí me encantaron, me parecieron una súper banda.

–¿Cuánto de la estrategia que discutieron para escribir el libro quedó y cuánto no?
–Yo agarré más cosas de las que habíamos pautado porque Symns se había desentendido del libro. En principio, teníamos este esquema: yo tenía a cargo la infancia de Los Tres, su adolescencia, la partida de Concepción, la llegada a Santiago y la primera época en Santiago. Y Symns estaba a cargo de escribir sobre la banda en su segunda etapa en Santiago, en la casa de Romero, donde todo se empieza a poner más intenso. Él quería escribir todos los problemas y que yo escribiera la parte linda de estos chicos soñadores que querían ser músicos. Yo agarré más cosas de las que habíamos pautado porque Symns se había desentendido del libro. Él había empezado a estar en otro proyecto con Jorge González, líder de la banda Los Prisioneros, y ya estaba enojadísimo con Los Tres. Por suerte, en un momento se sentó y escribió lo que tenía que escribir. Symns era muy rápido escribiendo.

–Con la biografía de Fito pasó un poco lo mismo. Vos reconstruís la infancia y él era el que se iba de gira…
–Sí. Con la biografía de Fito había sido igual. Yo tuve que hacer la investigación del crimen en Rosario, pero después ese capítulo lo editó Symns. Yo no podría haberlo hecho porque, si bien hice la investigación de manera súper profesional, también estaba muy impactada por el episodio. Me parecía muy fuerte volver a confrontar a Fito con esa historia y sus detalles, aunque Fito era un pibe que no hacía problema. El problema era mío. A mí me hubiese complicado la edición de ese capítulo. Por suerte la editó Symns, quien no pensó en eso que a mí me costaba. Y es excelente como lo editó.
Así que, en el caso de Los Tres, nos dividimos así el laburo. Como siempre, a mí me tocaba la parte linda y Symns se reservaba los quilombos.
–¿Cómo fue ese distanciamiento con Los Tres y ustedes?
–El alejamiento fue mutuo. Los Tres se alejan pero Symns también. Ellos no habían leído nada del libro y cuando Symns comienza a hacer entrevistas al círculo cercano de la banda, comienza a pasar que la gente se arrepentía de lo que decía. Symns jugaba con eso de apagar la grabadora y prender a escondidas otra. Pero era eso, un juego. Lo que en verdad pasaba es que él hacía bien la entrevista, la gente se abría mucho con él, y después se arrepentían de lo que contaban. A mí me parece que es súper comprensible desde los dos lados; es decir, tanto de la persona que se arrepiente como del lado del periodista que siempre quiere que le cuenten todo. No es que todos se arrepentían. Pero, quienes sí, llevaban a otros conocidos el comentario de que había salido en la entrevista tal o cuál tema y se armó una bola que hizo que cambiara la mirada hacia nosotros.

–¿Cómo era el tema de usar dos grabadores para las entrevistas?
–El tema de los dos grabadores comienza con la biografía de Fito Páez. Vuelvo a esto porque para mí son dos libros que están emparentados. Antes de la gira, con Fito habíamos cobrado un adelanto y yo fui a comprar grabadores nuevos. Compré tres y Symns se llevó dos a la gira porque arrancó con este plan de apagar el grabador para que el entrevistado afloje y ahí prender otro a escondidas. Pero era un juego porque, si vos verdaderamente querés hacer eso, no se lo contás a la gente. Hay una conversación en el libro de Fito con Claudia Puyó en la que Symns dice “che, esto ya lo apago” y prendió la otra grabadora y se da una conversación que tiene una espontaneidad buenísima en donde también se hablan cosas tontas, como pasa en todas las conversaciones. Este juego Symns lo lleva a Chile, pero en este caso él estaba un poco más amenazante porque se daba eso de que yo era el policía bueno y él era el policía malo. Y bueno, terminó siendo un poco así. Pero eso a mí me dio una ventaja porque, como él decía que yo era el policía bueno, la gente estaba muy tranquila conmigo y terminaban contándome también un montón de cosas. Y yo no era ni buena ni mala, soy periodista, pero me venía bárbaro, fue divertido. Era un juego, no era para tomárselo tan en serio.
Después hay cuestiones de época. En los años 2000, hablar de determinadas cosas que ahora son comunes no eran tan aceptadas. Eso tuvo mucho que ver con que Los Tres se alejaran. Sintieron que el libro no iba para el lado que ellos querían. Cuando lo leyeron creo que tampoco les gustó o no lo entendieron. Eso es también lo que nos pasó también con la biografía de Fito. No es que él no la entendió, porque él es muy inteligente, pero dijo “ah, tomaron un camino documental”. Creo que los dos libros tienen esta cosa de ser biografías desestructuradas. O te gusta o no te gusta.
–Ahora que te volviste a encontrar con el material ¿Qué te trajo la vuelta de la biografía?
–Al volver a la biografía de Los Tres lo primero que pensé fue que todo el quilombo que se armó fue totalmente innecesario. Y por primera vez me di cuenta, porque yo me sentía un poco culpable, de que nosotros no hicimos nada mal, nos la re jugamos. Yo dejé Argentina, dejé todo, estuve meses en otro país escuchando a una banda que me encantó, pero que no estaba involucrada con mi historia. O sea, di todo por esa biografía. Lo que sentí al volver al libro fue que nosotros, más allá de que Symns haya tenido algún chisporroteo y se haya peleado una madrugada con alguien, trabajamos impecablemente y con el rigor periodístico con el que teníamos que laburar.

–¿Y por qué crees que se dio entonces ese alboroto?
–Porque hay una cuestión de fondo que tiene que ver con que nosotros en verdad no hicimos ninguno de los dos libros por encargo, más allá de que alguien venga y lo proponga. El adelanto que recibimos por los libros nos lo dio la editorial. No es que nos contrató Fito Páez o nos contrataron Los Tres. Una cuestión es elegir y otra es contratar. En los dos casos, los músicos lo eligieron a Symns, en los dos casos Symns me eligió a mí, y en los dos casos las editoriales nos contrataron a ambos. Entonces, nosotros no escribimos los libros por encargo, no son gacetillas de prensa. Creo que el problema que hay con los músicos es ese, creer que son gacetillas. Nosotros escribimos lo que pensábamos que teníamos que escribir y a la manera nuestra en ambos casos. Es medio pedante que lo diga, pero el tiempo supo poner a los libros en su lugar. No son libros definitivos en ninguno de los dos casos, son los primeros libros y faltan mil cosas que los pueden abordar quien quiera. Pero fundamentalmente me parece que la investigación periodística se hizo con libertad, como tiene que ser.

–En Chile, la familia Parra es sinónimo de historia y arte nacional ¿Cómo fue el buceo de la relación entre Roberto Parra y Los Tres? ¿Te costó?
–En el momento en que se hizo la biografía le di bastante lugar a los periodistas que eran cercanos a Los Tres. En ese momento me parecía que era lo correcto porque yo acababa de llegar, acababa de conocer la banda. De alguna forma, yo no hablé tanto. Así que, cuando hice la introducción de esta reedición, decidí contar un poco lo que a mí me parece la música de Los Tres, que además siempre me resultó fácil entenderla. Entre Argentina y Chile hay diferencias culturales, pero que son culturas muy entendibles entre sí. Yo, por ejemplo, leí mucho a Nicanor Parra en mi etapa de lectura de poesía. Y en mi casa, cuando yo era chica, mi papá escuchaba mucho Violeta Parra. Entonces, cuando Álvaro Henríquez me habló de Roberto Parra, dije “ah, esto es importante”. Cuando lo entrevistamos con Symns, Roberto Parra ya estaba muerto, pero seguía vivo Lalo Parra, que a mí me gustaba también.

Cuando llegué a Chile y empecé a escuchar música chilena lo primero que me pasó es que me encantó la banda Los Ex que lideraba Colombina Parra, hija de Nicanor. En ese momento ya estaban disueltos, pero Colombina me pareció alucinante. Después conocí a Ángel Parra hijo, que también es una persona muy transparente y enganché muy bien con él y su esposa Pascuala, que era divina. Después hubieron cosas que, releyendo el libro, me las replanteé, como el rol que tiene Javiera Parra en la biografía y lo que tiene que ver para mí con lo que fue la nueva ola feminista.



Javiera es una gran artista y en el libro tiene un lugar de novia que, desde la perspectiva actual, es cuestionable. A Javiera la pusimos nosotros en ese lugar y los que hablaban de ella también. La figura de ella en relación a todos los conflictos de los romances de ella con los integrantes de Los Tres ahora yo lo abordaría de otra manera. Pero bueno, el libro fue hecho en el momento en el que fue hecho y hay que bancarsela. Pero me pasa que vuelvo al libro y la verdad es que no hay nada realmente escandaloso. Quizás es un problema decirlo porque hay todo un mito alrededor del libro.

–El rastro de la Cerdos y Peces se puede identificar en el libro. Pero cuando ustedes reciben estos encargos de biografiar ¿tomaron alguna referencia de cómo hacerlo o fue una decisión la de seguir el camino de escritura que ustedes ya habían transitado con la revista?
–En el libro de Fito el concepto de Symns era trasladar los conceptos de una revista a un libro. Eso fue lo que definimos en la primera reunión que tuvimos. Él quería que la biografía se pudiera leer como una revista, no como un libro. A él le parecía que la forma en la que se escribían las biografías eran un plomo y que nosotros teníamos que tener otra dinámica. Por eso pensó en secciones y subgéneros que se alternan. Vos tenés en el libro de Fito un capítulo que es entrevista, otro capítulo que es crónica y otro capítulo que es columna de opinión, etcétera. Todo eso pensado bajo el concepto de que tienen que funcionar como una sola pieza, como en la Cerdos y Peces. Y esa forma la trasladamos también a la biografía de Los Tres.
–En los libros también se mezclan cosas cotidianas hasta la banalidad con la profundidad de asuntos existenciales ¿Este estilo de escritura lo forjaste al calor de la Cerdos y Peces o venían de antes cultivando un estilo propio de escritura?
–Son muchas etapas. Yo en principio quería ser poeta. Empecé escribiendo poesía a los trece años. Y también era muy lectora a esa edad. Empecé a leer a Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti, que me impactaron mucho. Yo leía poesía y escribía poesía. Eran libros que estaban en la biblioteca de mi papá. Después vinieron los franceses y los rusos. Y después Ernesto Cardenal que fue un descubrimiento muy fuerte porque era el año 1979 y la revolución sandinista acababa de suceder. Y, de alguna forma, te hacías sandinista inmediatamente, porque acá estaba la dictadura. De manera que un proceso revolucionario encabezado por poetas en un momento en que tenés trece años y vivís bajo la bota era impactante. Después leí a Cortázar que también era sandinista y entonces de alguna forma ya estaba todo preparado para después escuchar a los Clash.
Fue Symns quien me convenció a los cuatro meses de conocernos de que tenía que ser periodista. Eso fue una noche en un bar que se llamaba La Verdulería, que de día de verdad era una verdulería y a la noche habían performances, lecturas, etcétera. Esa noche él me dijo que vivir de la poesía era muy difícil. Yo tenía trabajos de mierda. Era moza o promotora. Estaba completamente perdida, digamos. Y bueno, él me convenció. Digo me convenció porque yo no estaba de acuerdo. Pensaba que yo estaba para otra cosa, para las grandes escrituras, y el periodismo me parecía algo menor. Y a partir de ahí se forma mi estilo de escritura que es un híbrido entre la literatura y el periodismo.

–¿En qué estás trabajando ahora?
–Yo ahora estoy haciendo el compilado de mis notas de Cerdos y Peces. Ese va a ser el nuevo lanzamiento. Para mí cierra todo perfecto. Me costó un montón meterme. No es fácil ir para atrás. Cuando me fui al libro de Fito fue como “¡uy, qué me voy a encontrar acá!. Me dio miedo. Después lo leí y dije “está bien, está bueno”. Pero en el momento te da vértigo volver para atrás. Con el de Los Tres era el que más incertidumbre me daba porque fue un libro que se hizo muy rápido. Desde que me convocaron hasta que salió pasaron unos años. Estelares, por ejemplo, lo hice entre el 2017 y 2022. Está bien, durante el armado del libro Estelares estaba haciendo un montón de cosas. Pero con el libro de Los Tres también estábamos haciendo un montón de cosas. Estábamos en The Clinic, yo estaba escribiendo mi novela, etcétera.
Cuando estábamos en la presentación del libro, Claudio Kleiman decía “Este libro es de la época en la que uno se tomaba tiempo para hacer las cosas”. Yo no dije nada para no contradecirlo, pero pensaba “¿Qué tiempo?”. El libro de Fito lo escribimos en menos tiempo todavía porque Lanata nos llamaba por teléfono y nos decía “¿piensan que algún día lo van a terminar?”. Nos preguntaba eso y cuando sólo habían pasado cuatro meses. Y como yo no tenía idea de cuánto uno se demora en escribir un libro porque era el primero que hacía, no me parecía raro que me apuraran. En el momento yo no me di cuenta que era un delirio hacer ese libro tan rápido. Tampoco Symns.

El libro Los Tres, la última canción se puede adquirir por gourmetmusicalediciones.com y en librerías de Argentina y Chile.