
Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq
Con más de dos décadas de trabajo en zonas de conflicto, el fotoperiodista Rodrigo Abd decide desviarse del centro de la escena para registrar lo que permanece fuera de campo. DesvÃo, su exposición actual en ArtHaus, se presenta como una interrupción: un hiato en el flujo incesante del fotoperiodismo. Como si el registro informativo empujara hacia otra ética de la mirada: la de la intuición.
El recorrido de la muestra comienza en la calle, el territorio donde Abd ha construido sus vÃnculos, su archivo y su modo de estar en el mundo. Es un fotógrafo de agencia, con reflejos precisos y respuesta inmediata, su sensibilidad no se agota ahÃ. A pesar de los automatismos del oficio, persiste en él un impulso casi anacrónico: el de demorarse, conversar, registrar sin certezas. Asà se acumulan imágenes que, a primera vista, podrÃan parecer ajenas a la noticia. No son exactamente los primeros planos del drama o el acontecimiento. Lo que asedia a la imagen es una incomodidad, una pregunta que aún no se formula.
La propuesta curatorial apuesta por esa extrañeza. Se trata de una selección transversal de su archivo, donde cada imagen está fÃsicamente suspendida desde el techo de la planta baja de Arthaus, pero de una manera más simbólica también se podrÃa decir que flotan en su propio enigma. No son fotos de pared con un recorrido ordenado. Son instancias sin cronologÃa ni jerarquÃa. Ese corrimiento permite la expresión de un criterio que no busca lo espectacular ni el de lo reconocido. Muchas de las fotografÃas no han sido premiadas, ni siquiera publicadas. Entonces se impone la duda: ¿estamos ante una gran escena o simplemente ante una gran foto? Algunas imágenes parecen ficciones: escenas demasiado simétricas, gestos que se disuelven en la ambigüedad, cuerpos que parecen ajenos al entorno y sus objetos . La exhibición, sin epÃgrafes inmediatos, invita a una lectura despojada, donde cada fotografÃa se sostiene sin explicación, exigiendo un tiempo y una atención desacostumbrada.

Sólo más adelante, en la publicación que acompaña la muestra, el espectador accede a los datos: nombres, lugares, contextos. AhÃ, las fotos recobran su dimensión documental. Pero el efecto ya fue logrado: antes que narrar e informar, Abd sacude y obliga al desacostumbrado espectador al oficio de la mirada detenida.
Algo que en todo caso atraviesa la muestra es sin dudas la muerte. La traviesa de manera sutil, como un murmullo, como una presencia obstinada. No siempre visible, pero latente. A veces, los cuerpos están ahÃ, sin ornamento. Otras veces, incluso en los vivos, se adivina la sombra de lo perdido. En este registro casi obsesivo de la barbarie contemporánea, las imágenes despliegan un cierto humanismo descarnado. Un niño que equilibra su cuerpo sobre un tanque destruido, una urna fúnebre cuidadosamente colocada en un asiento, o dos árboles arrancados que decoran el ingreso a un parque acuático. Son escenas en las que la crueldad aparece como forma de vida.
DesvÃo se permite la deriva, la interrupción de un relato único. Quizá la cotidianeidad grotesca de que circunda a un titular. La sobra que rodea al centro para que el centro sea. Son fotos en las que el acontecimiento se intuye. Y esa intuición es polÃtica porque desmonta la transparencia de la información y subraya lo que no se ve para dejar al espectador con el peso de la imagen colgante.

DesvÃo se puede ver en Arthaus Central (Martolomé Mitre 434, CABA) de martes a domingo de 13 a 20 horas hasta el 3 de agosto. Entrada libre y gratuita.