
Una serie de piezas inéditas de la fotógrafa se presenta en el MACBA
Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq
Exposición: Dora Maar Inédita: luces y sombras surrealistas. Autora: Dora Maar. Curador: Jonathan Feldman. Lugar: Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Av. San Juan 328, CABA). Horario: De miércoles a lunes de 12:00h a 19:00h. Martes cerrado. Periodo de exposición: Hasta el 6 de julio del 2025.
La exposición dedicada a Dora Maar en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires se presenta como una restitución necesaria: una oportunidad para sumergirse en el trabajo de una artista cuya complejidad excede con creces los lugares comunes con los que la historia del arte intentó encerrarla —la musa, la amante de Picasso, la sombra del genio masculino. Aquí, en cambio, lo que se despliega es la potencia de una mirada lúcida, experimental e inquietante, cuyo aporte técnico y simbólico transformó para siempre la fotografía moderna.
Maar fue una figura central en la escena surrealista de los años treinta, aunque su lugar fue sistemáticamente desdibujado. Su dominio del fotomontaje, una técnica que había sido explorada por la vanguardia alemana —de Hannah Höch a John Heartfield—, fue llevado por ella a una dimensión más ambigua, donde lo onírico y lo grotesco se confunden. Sus imágenes no buscan una denuncia explícita ni una narración lógica: operan por desplazamiento, dislocación, collage visual, generando una extrañeza que, como escribió Rosalind Krauss, sitúa a la fotografía en el campo del “informe” más que en el de la representación (The Optical Unconscious, 1993).

Sus fotogramas, que la exposición destaca en una luminosa sala del piso siete, revelan otra de sus búsquedas técnicas: la capacidad de la luz para dibujar lo invisible. Inspirada en las experimentaciones de Man Ray con la solarización y el rayograma, Maar desarrolló una técnica propia que combinaba objetos cotidianos, superficies fotosensibles y un trabajo minucioso con las sombras, obteniendo imágenes donde lo reconocible se torna espectral. En los años ochenta, cuando retoma esta técnica, ya no lo hace como parte de un movimiento colectivo, sino desde una experiencia solitaria y madura, que dialoga con su propia biografía y con el trauma. El resultado: composiciones abstractas que evocan una arqueología de la psique.
Uno de los ejes más potentes de la muestra es su vinculación con el Guernica. Maar no sólo documentó fotográficamente el proceso de creación del mural —esas imágenes son, por derecho propio, parte de la obra— sino que intervino visual y emocionalmente en su gestación. Testimonios recogidos por historiadoras como Mary Ann Caws (Dora Maar with & without Picasso, 2000) sostienen que su sensibilidad estética influyó en la atmósfera desgarrada del cuadro. Sin embargo, su rol fue invisibilizado, como en tanto otros relatos de mujeres del arte moderno.

Esta exposición permite, por tanto, una doble lectura. Por un lado, la del gesto técnico: el dominio de la luz, el uso del negativo, el fotomontaje, el trabajo sin cámara. Por otro, la de una apuesta estética por lo disonante, lo simbólicamente cargado, lo siniestro. Maar no retrata sólo la realidad. Su búsqueda fue siempre someterla a una torsión. Y en esa torsión, se muestra una artista que supo capturar la genialidad, el horror, y el delirio de un circuito cultural y su época.
La muestra ofrece repensar la historia de la fotografía desde sus márgenes, desde sus silencios. Dora Maar emerge, por fin, no como testigo sino como una autora vanguardista que aún interpela.
