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Lluvia ácida, tensiones entre las artes visuales y el humor gráfico | Por Javiera Miranda Riquelme


Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq

En el marco de su 45° aniversario, el Centro Cultural Recoleta presenta Lluvia Ácida, una exposición colectiva que revisita y tensiona los vínculos entre las artes visuales y el humor gráfico en la Argentina contemporánea. Distribuida en las salas 7, 8 y 9, la muestra propone un recorrido que va desde la sátira carnavalesca hasta las parodias de tono político, atravesando las formas más ácidas del grotesco social.

Lejos de la nostalgia institucional, Lluvia Ácida apuesta por una relectura crítica del archivo visual que ha atravesado la historia del Recoleta. Los 38 artistas convocados no se limitan a exponer obras sino que entablan un diálogo punzante con sus contextos históricos desde el ocaso de la dictadura hasta el presente. El muestra está atravesada a demás por el derrotero de artistas que perdieron su trabajo durante los años ’90 luego de que cerraran numerosas fábricas gráficas que imprimían muchas de las revistas de humor gráfico, historietas e insumos de secciones culturales de publicaciones mayores. El humor, en sus múltiples registros, se convierte aquí en una herramienta de desborde formal y político.

Obras de Andrés Cascioli

Cada sala articula un eje que excede lo temático: en la sala 7, la sátira carnavalesca funciona como un espejo deformante que subvierte las jerarquías simbólicas; en la 8, el grotesco social expone las fisuras del cuerpo y del discurso en una sociedad atravesada por la ignominia; y en la 9, la parodia política encarna la risa como arma crítica contra los relatos gubernamentales. Las obras, que van desde la pintura hasta la instalación, componen una narrativa múltiple y sincrónica que condensa décadas de producción artística irreverente.

El grotesco social que atraviesa la muestra se vale del exceso como estrategia. Exagera lo mínimo hasta hacerlo insoportable. Disloca lo cotidiano para que se pudra a la vista. No se limita a ridiculizar costumbres, sino que también las pone en crisis desde adentro, explotando la contradicción entre lo que se exhibe y lo que se reprime. En este registro se inscriben obras como las de Gustavo Marrone, Mónica Heller o Marcelo Alzetta, donde el cuerpo es soporte de un realismo deformado que no teme lo abyecto. Pero también hay otro grotesco más íntimo, que cava en la emocionalidad sin romantizarla, como sucede en los trabajos de Clara Esborraz o Amanda Tejo Viviani.

La curaduría de Marcos Krämer rehúye de la neutralidad museográfica y se atreve a provocar un cortocircuito entre prácticas visuales que muchas veces se pensaron en compartimentos estancos: arte contemporáneo, historieta, cómic, humor gráfico. Esa decisión no sólo revisa las genealogías del Recoleta como institución, sino que recupera la potencia disruptiva de imágenes que no buscaron el consenso.

Obras de Lux Lindner.

Entre las piezas que revitalizan esa tensión, se destacan las pinturas de Lux Lindner, realizadas a fines de los años 80 y exhibidas originalmente en su muestra Todo es lindo en el propio Recoleta. Lindner metaboliza los residuos del arte argentino posdictadura y expulsa solemnidad con una impronta visual heredada de la historieta, liberándose incluso de ella cuando se vuelve fórmula.

Fundadores de El Tripero.

La presencia de la revista El Tripero es otro punto de fuga de la exposición. Publicada entre 1994 y 2003, fue una publicación autogestiva que acompañó los años más sórdidos de la época, con un lenguaje que lograba colarse en lo doméstico sin anestesia. Leída en los márgenes, desplegaba un grotesco bifronte: uno visceral, arraigado en lo corporal y lo social; otro más introspectivo, donde la parodia se fundía con la melancolía.

Dibujos de Marcelo Pombo.

Marcelo Pombo también presenta una serie de dibujos que originalmente circularon en su sitio web bajo licencia libre y que se imprimen por primera vez para esta muestra. Pombo introduce materiales y personajes impensables para la escena solemne de entonces, desobedeciendo toda jerarquía visual. Martín Kovensky, por su parte, actualiza su proyecto iniciado en la muestra La Conquista (1991), donde había ilustrado cada año desde 1492 hasta 1992. En Lluvia Ácida retoma la cronología desde allí, y traza una visión propia de la historia argentina que va del menemismo al colapso sin escalas, hecha con tinta y mala leche.

Algunas de las piezas de Martín Kovensky hechas especialmente para esta muestra.

Vida de litio de Azul Blaseotto, es también un ejemplo de cómo la historieta documental puede abordar conflictos territoriales,  judiciales (y por tanto políticos) sin perder fuerza estética. Su trazo sobrio, casi ascético, convierte el papel en campo donde convergen los juicios por delitos de lesa humanidad, la extracción de litio y los olvidos programados de la historia oficial.

Historietas de Azul Blaseotto.

Lluvia Ácida no es un homenaje melancólico sino un gesto corrosivo. Una invitación a mirar el pasado reciente con el mismo descaro con que muchas de estas obras fueron creadas: deformando, exagerando, caricaturizando. La exposición no cae para refrescar sino para corroer la superficie de lo ya dicho.

Horarios del centro Cultural Recoleta: Martes a viernes 12:00 a 21:00 horas. Sábados, domingos y feriados 11:00 a 21:00 horas. Lunes cerrado. Entrada gratuita para residentes argentinos.



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