
Por Javiera Miranda Riquelme
@javieramirandariq
Intérpretes: Leticia Mazur. Creación y dirección: MartÃn Flores Cárdenas, Leticia Mazur. Vestuario: Damasia Arias. Diseño de luces: Santiago Badillo. Diseño sonoro: Diego Vainer. Asistencia de dirección: Vanishkka Plinski. Sala: Fundación Cazadores (Villarroel 1440, CABA). Funciones: Sábados 20 horas hasta el 05 de abril. Duración: 40 minutos. Entradas: A través de Alternativa Teatral.
En el marco de la programación de Instalar Danza de la Fundación Cazadores, la Sala Imán presenta ¿Que xou da Xuxa é esse?, un solo de danza y performance interpretado por Leticia Mazur bajo la dirección del dramaturgo y director teatral MartÃn Flores Cárdenas. Lo que comenzó como un malentendido en un intercambio de mensajes de WhatsApp entre ambos, terminó transformándose en una pieza que escarba en la intersección entre la memoria infantil, el mito mediático y la corporalidad como ironÃa.
La génesis de la pieza es un equÃvoco: Leticia habÃa sido invitada a participar en un ciclo y contactó a MartÃn Flores Cárdenas para que colaborara con ella en la producción de una obra. Poco después, sin relación aparente, le envió un segundo mensaje con un meme o reel sobre la cantante brasileña Xuxa. MartÃn, que se encontraba fuera del paÃs y no habÃa revisado su teléfono, abrió el chat y asoció libremente ambos mensajes cuestiones conectadas. De esa confusión emergió una conversación en la que la bailarina recordó que en su infancia habÃa participado en un casting para ser Paquita, una de las bailarinas que acompañaban a Xuxa en sus presentaciones en Argentina. Aquel recuerdo llevó a otro: la vez en que Xuxa fue acusada de tener un pacto con el diablo debido a un supuesto mensaje oculto en sus canciones.
Esta acusación medieval contra la cantante brasileña tuvo su origen en 1991 en la ciudad de Antofagasta, Chile, cuando una oyente del programa «Los Cariñositos» de Radio Nacional llamó al locutor Félix Acori Gómez para decirle que, tras desenredar un casete de Xuxa y reproducirlo al revés en su equipo de música, habÃa descubierto una frase que decÃa «El diablo es magnÃfico». La noticia se propagó rápidamente y encontró eco en un contexto sociopolÃtico especÃfico: Chile llevaba apenas dos años de democracia tras la dictadura de Pinochet y aún estaba dominado por una fuerte influencia conservadora y religiosa. La prensa amplificó la acusación, algunas radios censuraron la emisión de sus canciones y el mito tomó una dimensión incontrolable. Años más tarde, Xuxa se presentó en el Festival de Viña del Mar y fue insultada por «el Monstruo», el exigente público del certamen, lo que la llevó a llorar en el escenario.
Asà como la llamada telefónica de una oyente en Antofagasta terminó desencadenando un escarnio religioso y mediático contra Xuxa, el malentendido de WhatsApp entre Leticia y MartÃn derivó en una pieza escénica que funciona casi como una respuesta desafiante a aquella absurda acusación. Es como si la obra dijera: ¿Asà que Xuxa hizo un pacto con el diablo? Bien, te lo vamos a mostrar en escena.

Desde este punto de partida, ¿Qué Xou da Xuxa é esse? despliega un recorrido fÃsico y conceptual que transforma la memoria infantil en un territorio de ambigüedad y oscuridad. Lo que comienza como una narración en la que Leticia revive su deseo de ser Paquita, pronto se convierte en un punto de fuga escénico. La bailarina abandona los pasos coreografiados y luminosos del universo de Xuxa para entrar en una zona donde el cuerpo se retuerce, gira y se entrega a un trance fÃsico. A un ritual brujeril. El movimiento se invierte como una cinta en reversa, evocando la idea del mensaje satánico atribuido a la cantante, pero también la distorsión de la memoria, la transformación del deseo infantil en una pulsión adulta, más primitiva y enérgica.
En escena, Leticia deja de ser Paquita para convertirse en una figura que evoca la bruja ancestral, aquella mujer perseguida a lo largo de la historia por desafiar los mandatos sociales. Su cuerpo realiza acrobacias como en torno a una hoguera imaginaria, invocando la oscuridad desde sus gestos, su voz, su exhibición. La obra juega con la asociación histórica entre lo femenino, la sexualidad y lo prohibido, explorando la relación entre la danza, la posesión y lo demonÃaco.
Pero lejos de ser una simple parodia o una crÃtica frontal al moralismo de los años noventa, la pieza se apropia del escándalo para convertirlo en un campo de libertad creativa. Lo demonÃaco no aparece aquà como condena, sino como posibilidad: un lugar donde el cuerpo puede escapar de la disciplina infantil de los espectáculos para convertirse en un canal de expresión absoluta. ¿Que Xou da Xuxa é esse? es, en ese sentido, una inversión de la historia: si en 1991 el rumor sirvió para censurar y castigar, aquà se usa para potenciar y transgredir. Es como si, prepotentes, Mazur y Cárdenas dijeran «¿asà que Xuxa hizo un trato con el diablo? Dale, veámoslo en escena».
El tÃtulo de la obra también es un juego irónico. Durante los años ’80, una niña fanática de Xuxa se acercó a un medio de comunicación en la entrada de un concierto y exclamó la frase que da nombre a la pieza, reclamando cual activista social, que los niños no estaban pudiendo ingresar al show. AquÃ, esa pregunta se resignifica: ¿Qué espectáculo es este realmente? ¿Es una ceremonia oscura? La obra nunca da una respuesta cerrada, sino que deja abierta la posibilidad de interpretar el viaje de Leticia desde la inocencia hacia la sombra como una afirmación del cuerpo y sus potencias.
Con una puesta en escena que juega con la luz y la sombra, con lo lúdico y lo ritual, con la historia mediática y la liberación fÃsica, ¿Que xou da Xuxa é esse? se instala en el cruce entre la memoria personal, el mito popular y la danza. Es una pieza que parte del escándalo para reescribirlo en clave de afirmación, que se burla del miedo al diablo convirtiéndolo en danza y que, al hacerlo, transforma lo demonizado en un espacio de absoluta libertad interpretativa. Un punto de fuga creativo que estalla.
